Publicistas años 90 siglo XX, periodistas años 20 siglo XXI

Mi amigo Pancho es, lo que llamaríamos en España, un conspiranoico. Pero frente a la imagen que se tiene de ellos, creo que él tiene razón.Y me temo que cada vez más gente de ese entorno la tiene. Quizá no al 100%, pero es evidente que «algo está pasando».

Pancho dice que podríamos analizar cualquier temática relacionada con el ámbito social, ¡cualquiera!, desde unas mismas claves tipo libertad personal vs. control estatal y en todas las que analicemos estamos mucho peor que hace 25 o 30 años.

Mi amigo Pancho es que es así, al tío le da por analizar qué hemos ganado y qué hemos perdido en estos años, a quién se le ocurre, y resulta que su conclusión es que nos están llevando al corral, como las ovejas esas del video del ganadero francés del principio de la llegada del virus. Poco a poco, con protestas cada vez de menos gente (locos, antisistema, negacionistas y gente de ese jaez) estamos ya metidos donde quieren y haciendo lo que quieren…

Para que eso haya sido posible, la prensa ha sido un instrumento completamente esencial dentro del sistema. Opinadores, líderes de comunicación, tertulianos, influencers en redes, bloggers… todos han apoyado de una u otra forma los mensajes que debían ser enviados.

En los 80 y los 90 del pasado siglo, los periodistas, los prestigiosos señores periodistas, llamaban «putas», ya siento el término, pero los periodistas son así, específicos con el lenguaje, a los publicistas. ¿Qué por qué? Por venderse al dinero, al poderoso. Convertían productos más o menos interesantes, gracias a la publicidad y la inversión en medios, en iconos de atracción popular. Convencían sobre qué era lo bueno. Ese trabajo convertía a los publicistas, a ojos de los periodistas, en prostitutas.

Treinta años después aquí estamos, y volvemos a observar el panorama con mirada crítica, con la mirada de aquellos prestigiosos profesionales de la información, y ¿con qué nos encontramos? Ya, pues eso.

La diferencia es que los publicistas no escondían sus fines ni ponían la cama.

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