Las Tribus

Estos días hemos tenido la ocasión, y la suerte, de convivir como-si-fuese-de-familia por primera vez con una familia totalmente ajena.

Hasta ahora todo lo familiar era de sangre o de gran amistad, es decir, durante décadas, a todo lo que hemos llamado familia en, esta-nuestra-casa, venía por lazos de sangre directa: hijos, hermanos, padre, madre y en todo caso por una amistad de largos años a la que acabas llamando familia.

En esta oportunidad hemos conocido a la familia de la que será familia de nuestro hijo mayor, de modo que puedes planteártelo de dos formas, un anexo que poco tiene que ver contigo (sí con tu hijo) o una suma de más, un crecimiento de la familia, y la verdad es que no ha hecho falta mucho esfuerzo para abrazar como familia a los padres de nuestra futura nuera, los consuegros (cómo suena…), un matrimonio encantador, alegre y estupendo con los que hemos encajado desde el minuto cero, lo mismo que con su hija, una mujercita con la cabeza bien amueblada, espontánea y creativa, la media naranja perfecta para el cerebral y cuadriculado de nuestro hijo.

Pues eso, que las tribus familiares pueden apostar por competir, diferenciarse o mirarse con recelo o, por el contrario, decidir sumar entre ellas y ser más y mejores.

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